Padres y sindicatos denuncian la saturación de las escuelas infantiles públicas.
Roser Salvador ha tirado la toalla. Se niega a intentar, por tercer año consecutivo, que su hijo Miquel tenga plaza en una escuela infantil pública. "Le queda sólo un curso y ya se ha adaptado al centro, así que no lo voy a cambiar ahora", se resigna esta educadora social barcelonesa de 36 años. Aunque se confiesa "pro-escuela pública", Roser ha tenido que ser previsora. "Matriculé a mi hijo en un centro privado estando embarazada, todavía no sabía ni cómo se iba a llamar, lo inscribí solo con los apellidos", recuerda. (Leer más>)